miércoles, julio 11, 2012

Sensaciones de tardes grises

Sentado frente a su ordenador, con el olorcito a café que le llegaba de la humeante taza, pretendía trabajar y ocuparse de sus cosas, pero en realidad no hacía más que observarla y deleitarse al verla. Miraba su boca y pensaba cuanto daría por besarla de nuevo. Veía su cuello y sus pechos y se excitaba con el olor percibido por el recuerdo al haberse consumido en ese cuerpo tantas veces. Sus ojos tan lindos como distraídos muy de vez en cuando volvían a verle. Inmersa en su mundo y en sus quehaceres ajena a aquellos, tan intensos pensamientos que eran una mezcla entre ternura y erotismo. Poco se enteraba de las sensaciones que, mientras ella solo leía, sucedían entre aquellas piernas, mente, pecho, y hasta las mariposas en el estomago que provocaba al imaginársela suya. Al sentirla cerca. No solo cerca de sus manos, pero cerca del interior, allá por el alma, donde ella irrumpía su día a día, su vida entera y revolucionándola, sin percatarse, le ofrecía una mejor, más divertida, más espiritual y muchísimo más intensa.

Él sonreía como riéndose de sí mismo y es que hay veces que la vida se toma un cafecito con uno, lo besa en la boca y le hace el amor por las tardes grises y él, eso lo había descubierto ya.