martes, junio 03, 2008

El tipo del bote

La noche cayó golpeando el horizonte y sacudiéndole el alma mientras el pasado le bofeteaba la cara y se la traía de vuelta. De vuelta a su regazo, a su presente. De vuelta a su bote.

El sabor del ambiente salado se le trancó en la garganta y trató de diluirlo en güisqui apoyado a la caseta del bote. Volteó la guitarra para usarla de apoyo y le escribió una carta que ella jamás leería.

Se dejó consumir por la madrugada y zarpó para no volver. No volver al muelle donde una vez le dijo: “Aún en medio de la tormenta, logro conseguir la calma con solo que tus labios besen mi boca”

Ni su boca, ni sus labios se encontrarían de nuevo y esa realidad no le cabía en el buche. Había decidido entonces cambiar todo aquello de su vida que a ella le recordara. El viejo muelle atrás quedaba. Lentamente iba navegando hasta encontrar tierra de nuevo y un pueblo donde pudiese cambiar sus redes por una pala. Ignorando que el olvido es terco; hay que dejarlo llegar solo, sin forzarlo. Pero eso lo descubriría años después. Mientras tanto, se embriagaría el cuerpo para poder culpar a la borrachera por su llanto y disimular el desconsuelo con la resaca.