Se le veía muy serio, pero si lo observabas con detenimiento, podías distinguirle una sonrisa picara al descubrir que la vida le había besado en la boca nuevamente y sin pensarlo mucho.
Alegre y a paso firme avanzaba dejando un olor a éxito y felicidad que podrían a uno confundirlo fácilmente. Le estreché la mano como los hombres y al mirarle a los ojos pude verle el alma bailar de alegría. Yo tampoco pronuncié palabra, pero sé que comprendió que yo también me alegraba de su gozo.