lunes, febrero 25, 2013

Lluvia de vinagre

Amaneció muy lindo el día, con un brillo especial, con un aire distinto como que se mezclaba el rocío con el presagio… como cuando aun estando serena la mar, el marinero sabe que una tormenta asecha, pero guarda la esperanza de que no suceda.


Escuché tu voz y el sol brilló con más fuerza, sonriéndome, bronceándome la cara. Sonreí y reí al escucharte, porque mis sonrisas y tus risas son sinceras cuando se encuentran, se escuchan y juegan… porque un encuentro entre los dos es siempre mágico, es siempre lindo y las distancias existen, pero no existen, bueno sí, pero a veces, son fronteras que los adultos nos ponemos pero que vos y yo no tenemos, no las vemos, no las pensamos, no las miramos… al menos no lo haríamos, sino fuese porque nos las recuerdan a la brava, porque el odio puede más que la razón porque dentro del corazón a veces pareciera ser más fuerte el rencor que el amor. Y no amor a mí, sino amor por vos, pero el rencor hacia mí puede más que el amor por vos y absurdamente quien dice amarte se impone en tus ratitos de felicidad y la mía, pero la mía que importa si yo ya estoy grande y puedo con esto y con mucho más, pero vos aún no. Y eso no es justo, ni es correcto.

Sonó el teléfono y la mañana oscureció de pronto y se enfrió el café, se puso rancio el desayuno y llovió a cántaros, pero llovió en seco, sin que vos lo supieras, sin que vos lo notaras, llovió mucho y al aire libre y bajo el sol jugaste escondido, quedó y al fútbol, sin percatarte que esta misma lluvia que a mí me estila, a vos te salpica también.

Ese sabor amargo que le queda a uno en la boca, como cuando equivoca el agua con el vinagre y sin percatarse se toma de la botella y luego se trata de escupir, pero no hay manera de quitarlo, se lava uno la boca, pero las ganas de vomitar no se le van de la garganta. Ese hastió que daña el almuerzo, el café de la tarde y posiblemente la cena. Ese asco que no se quita ni con gárgaras de listerine, ese llanto seco que queda dentro del pecho y no sale, pero quiere salir y quedándose adentro se añeja y le carcome a uno la sonrisa y el gusto por lo dulce. Cuando las lágrimas no derramadas se secan, se le acumulan a uno en pecho y duele, duele mucho y estoy seguro que hasta lo hacen a uno sangrar por dentro.

Llegó el medio día y quise guarecerme de la lluvia asquerosa que me mojaba por dentro, te pensé a lo lejos y quise abrazarte. Fui por filete de cherna y por una bocanada de aire fresco y hablé de otros temas y me ocupé en papeles de negocios, pero no. Nada de eso distrae la mente de la maldita excusa barata que nos dan. Como si vos y yo fuésemos muñequitos de un juego en el que alguien es rey y reina a la vez y nos saca siempre la carta de sanción por una falta no cometida.

El amor y el odio son hermanas gemelas y putas las dos y en sus juegos mortales, no saben o no quieren respetarse los límites y dejan a la conciencia, por fuera, que es hija bastarda del mismo padre; cual Cenicienta, sin derechos, ni oportunidades y a nosotros nos va parecido, pero de nuevo me pregunto, qué importan mis derechos y oportunidades, qué importa si sonrío o no, ya veré yo cómo me las arreglo, ¿pero vos? Vos sí tenés derecho a sonreír, a crecer y compartir a jugar tanto escondido como hide and seek, a que tu mundo sea más amplio, rico, extenso y real.

Jugá, soñá con robots, aviones, camiones de bomberos y el hombre araña. Dormí en paz esta noche y todas las que vienen, dejá que de esta lluvia me encargo yo.

Te lo prometo

Y quise hablarte y no pude, pero no porque no lo intentara


Y quise escucharte y no pude, pero no porque no te llamara

Y quise verte y no pude, pero no porque no lo quisiera

Y pretendí que vinieras a mi casa y no pudimos, pero no porque así no lo soñáramos

Y una cosa y otra que sale y brinca y se cansa uno de las excusas y de los peros

Pero de algo que no me canso, ni me cansaré aunque haya días en que no pueda hablarte, oírte ni verte, es de seguir intentándolo cada día por el resto de mi vida

sábado, febrero 23, 2013

Franklin - Cuando sea grande

Yo: “Entonces Franklin, ¿Qué querés ser cuando seás grande?


Franklin: “Vendedor de patinetas”

Yo: “¿Vendedor de patinetas? ¿Ya no querés ser piloto?”

Franklin: “No”

Yo: “¿Por qué no?”

Franklin: “Porque no me acordaba que podía haber tormentas muy fuertes”

Yo: “Ah, pero no importa, los buenos pilotos pueden volar aun con tormentas muy fuertes, para eso se preparan”

Franklin: “Mmm, bueno, yo me hago piloto, si usted es mi copiloto y vuela conmigo”

Yo: “Trato hecho mi amor, me parece buena idea”