martes, septiembre 01, 2009

A los enamorados no les importa la lluvia

Los enamorados miran por la ventana la lluvia caer a cántaros y a la gente correr improvisando sombrillas con mochilas, periódicos, bolsas plásticas y cuanto objeto tengan a mano. Algunos intentan más bien, proteger contra su pecho cuadernos, bocetos, certificados y laptops de tanta agua.

Llueve muy fuerte y no hay quien se salve de mojarse. Los carros con las luces encendidas mojan de barro las paredes de la ciudad al irse en los huecos expulsando la chocolatosa agua estancada.

Los enamorados observan y sonríen como si aquello fuera una función de circo especialmente para su deleite. Se creen invisibles, se abrasan con pasión y se olvidan que el mundo existe. Imaginan países e islas inhabitadas donde llegarán a vivir su romance y nada les faltará porque creen que el amor todo lo puede. Se toman las manos, se miran a los ojos y se juran amor eterno.

Truena con fuerza, uno se siente sordo por algunos instantes, pero ellos si acaso se percatan del estruendo, ignorándolo como si fuera parte del espectáculo celestial que decora de fondo sus besos cual acuarela de colores.

El mundo pareciera hundirse de tanta lluvia y ellos, amantes, ignorantes, desentendidos, se aman de nuevo, como si ni lo suyo, ni el planeta, ni la lluvia siquiera fueran jamás a acabarse y la eternidad se viviese en beso.

Los enamorados… ay los enamorados… no los interrumpan que están en lo suyo, y son posiblemente, más felices que nosotros que nos alegramos que la lluvia haya cesado para poder entonces volver a nuestro apuro.